En un punto entre Cuenca y Madrid, se halla este apeadero. Muerto, inhóspito, sin vida. Solo el sonido del viento, cruzando por su interior y sus recuerdos de lo que un día fue. Sus vías muertas, sin sonido, oxidadas. Y decenas de vías apiladas a uno de sus lados. Su interior misterioso, con golpes de los ventanales al paso del viento, recuerda a una película de terror.
Tras nuestra visita a este inhóspito lugar, pudimos recoger estas supuestas psicofonías.